Foto: Fernando Astudillo
Recordé enseguida a El Principito. Ese fantástico texto, metáfora completa para entregar una lección de vida que nos dejó Antoine de Saint-Exupéry. Uno de los diálogos del héroe venido del asteroide B612 dice lo siguiente:
"A los mayores les gustan las cifras. Cuando se les habla de un nuevo amigo, jamás preguntan sobre lo esencial del mismo. Nunca se les ocurre preguntar: "¿Qué tono tiene su voz? ¿Qué juegos prefiere? ¿Le gusta coleccionar mariposas?". Pero en cambio preguntan: "¿Qué edad tiene? ¿Cuántos hermanos? ¿Cuánto pesa? ¿Cuánto gana su padre?".
Reflexioné y comprendí aún más la pregunta recurrente de en qué lugar había quedado. Ni siquiera me la había hecho hasta ese momento (luego supe que fui penúltimo de los que la terminamos con 2h40 minutos). Realmente lo que anhelaba era poder recorrer los 21 kilómetros. Vencerme solo a mí, que es con el único que compito.
Quería vencer a ese personaje que a veces dice no puedo. Al que a veces le cuesta levantarse para ir a correr distancias que a muchos les parecen de locos. El que siente algún dolor en sus rodillas, en su talón. Molestias que generan dudas. Derrotar a ese es lo que me importa.
Sonreí cada vez que me repitieron la pregunta. Y volví a recordar a El Principito y su frase sabia: A los mayores les gustan las cifras.
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