martes, 17 de mayo de 2011

El dolor será inevitable


Haruki Murakami, escritor y corredor.

"El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional". La frase, recogida por el escritor japonés Haruki Murakami tiene bastante profundidad.

Habla del dolor al correr. De lo obvio que se viene cuando se intentan recorrer largas distancias. Habla, también, del poder mental para paliar el dolor físico. Murakami, un bestseller literario con una fama poderosa y seguimiento de culto, tiene una particularidad: es literato y maratonista. Es un amante de las letras y del asfalto. Es un apasionado de exigirse a sí mismo hasta límites insospechados, como aquel día que corrió 100 kilómetros o como aquellos en los que se dedicó a ir más allá del maratón y hacer los titánicos triatlones.

Llegué a él por la bendición de las redes sociales. Alguien que vio mis reportes en Facebook a través de una aplicación para el Nike SportBand, me lo sugirió. "Lee a Murakami", me dijo un contacto. Otro me lo repitió en Twitter. Así llegué a ese libro en que él profundiza la fusión entre sus dos grandes amores: "De qué hablo cuando hablo de correr".




Es un texto (acá la crítica en The New York Times) en que hay filosofía pura. Las largas distancias se parecen a la vida. O pueden ser una novela. Hay dolor en la vida. Hay dolor al escribir. Murakami repasa sobre sus esfuerzos, sus anécdotas, sus visiones. Sobre lo que para él pareciera una amalgama rutinaria entre las letras y el asfalto. Entre las palabras y el sudor. Entre una laptop y unos zapatos de correr Mizuno.

Las largas distancias se parecen a la vida. Y en ella habrá dolor y el sufrimiento será opcional, como citaba en la primera frase. Uno decide si sufre. Uno lo permite. Correr es mucho más que correr. Esa es la moraleja de Murakami.

Con el reto de vencer al hombre del espejo

Quiero correr un maratón. Es una idea que entró con fuerza hace algún tiempo. Realmente no sé por qué. Tal vez es porque me gusta retarme a mí mismo. Porque estoy convencido que el peor enemigo a vencer en la vida siempre será ese que miramos al espejo todas las mañanas al lavarnos los dientes. Y ese reto de vencer a ese personaje del espejo me encanta.

Tal vez (busco teorías) es porque quiero, inconscientemente, dejar atrás a ese muchachito que se escapaba de las clases de educación física con un par de compañeros del colegio, porque prefería ocultarse a pasar la vergüenza de caerse haciendo un trampolín sobre el caballete gimnástico. Era el mismo que caminaba riendo -esperando que no lo viera el profesor- cuando tocaba el momento de correr toda la vuelta al colegio. Una vuelta que convertía a esa cuadra en un gigantesco terreno.

O tal vez es porque me di cuenta que si no me ejercitaba, con el ritmo frenético de mi vida laboral de periodista, iría camino a la obesidad y a un inminente problema cardiaco, del que jamás tendré la certeza de librarme.

El asunto es que corro. Y descubro cuando corro y cuando leo cada vez más sobre correr, la filosofía que encierra. La introspección intensa que se logra. La capacidad de autoanálisis, de autocrítica, de disciplina y de domarse a uno mismo pese al dolor, al cansancio, a la pereza con la que convivimos.

Espero que este blog -que tiene mucho de deseo automotivador y que como todos tiene algo de voyeur- sirva para encontrarme con los miles que ansían y que se preparan para lo mismo. Con los miles que ya lo han hecho y de los que puedo recibir consejos valiosos a través de comentarios, mails o sugerencias en las redes sociales (acá mi cuenta de twitter).

Este blog, en definitiva, es una bitácora incompleta del camino hacia una maratón. Un recuento mutilado del proceso de un deseo.